missonrisas

miércoles, 21 de diciembre de 2011


Te pasas todo el día deseando que se conecte y de repente él se ha conectado. Abres su ventana de conversación, sonríes al ver su foto de perfil en pequeñito al lado de la barra de tareas. La abres, y la minimizas. No la quitas del todo, la dejas ahí, a la espera de ver ese circulo verde con un 1 en medio, señal de que esa persona te ha hablado. Esperas. Cambias tu estado, tu tablón lo actualizas cada 2 minutos, te etiquetas en 20 fotos, te unes a no sé cuantas  páginas y empiezas a comentar a todo el mundo sin razón, solo para que, cuando él le de a actualizar, te vea, vea que estás ahí en el chat. Tus visitas suben como nunca, está claro que estás la primera en la lista de actualizaciones. Sigues cambiando tu tuenti entero, abandonando a los demás que sí que tienen tiempo para hablarte. Cierras su ventana, indignada. Pero bajas la lista del chat hasta su nombre, observando si sigue ahí. Hasta que no puedes más y la vuelves a abrir, a la espera de si eso consigue algo. Nada. Los demás siguen hablando, impacientes. No respondes, no tienes ganas de hablar con nadie que no sea él porque sólo lo esperas a él.
Son las 12 de la noche, estás cansada, mañana madrugas, pero no te vas, porque él sigue conectado, y aún tienes la tonta esperanza de que te hable, aunque sea con una triste carita feliz, pero que pienses, que te ilusiones, que puedas decir pensó en mi mientras la ponía. Entonces se te ocurre la estúpida idea de que quizás se lo ha dejado encendido y en realidad no está. Esa idea te acompaña el cuarto de hora siguiente, con 6 estados, 12 tablones, 8 páginas y 16 comentarios nuevos. Esa idea es lo único que te mantiene ahí, sentada, frente al ordenador.
Le das a actualizar la página, él aparece el primero. Ha cambiado el estado. Le ha comentado alguien. Él ha respondido. Está. Está, hablando con otra. Está, pero no para hablarte a ti . Entonces cambias radicalmente de pensamiento.
-Desconéctate, desconéctate, desconéctate... si no vas a hablar conmigo, tampoco con ella.
Y deseas con todas tus fuerzas que se vaya, para que paren de hablar. Y cierras su ventana con lágrimas en los ojos, pero sigue la lista bajada en su nombre. El número de conectados baja. Miras. Se ha ido. Se ha ido él. Y de repente, te arrepientes.

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